lunes, octubre 03, 2005

Taller de la palabra


Taller

Bueno amigos, esta mañana hurgando las iluminaciones bitácorales del Jacintario de jacinta, revise un enlace que me llevo al itinerario de letralia que a su vez me conecto con los repuntes iluminados de un taller indagando sobre el arte de escribir.

Creo que vale la pena escuchar sus voces para que luego me digan si sus luces los motivan a algo. Y ahora... ¿Qué talones les talonean? A mí ya me duelen los ijares taloneados por la espuelita de la escritura.

Aquí tienen un buen repertorio de variadas opiniones sobre el arte de escribir, que es lo mismo que decir que es el arte de pensar, somos pensadores y por eso somos escritores, al menos en potencia, así que todo buen o mal pensador cuando se desnuda o se descobija (en buen nica) es un escritor en esencia... entonces listo, ahora leamos lo que se dice del arte de mi arte...  Por dónde se empieza?

Comencemos con  Vivian Watson

Quienes quieren iniciarse en el oficio de escribir se encuentran con no pocas dificultades, distintas a aquellas con que se enfrentan los aprendices de otras artes. El aspirante a músico, por ejemplo, sabe que para llegar a serlo debe estudiar música; el aprendiz de artista plástico sabe muy bien que debe prepararse para ejercer su arte. El escritor también debe prepararse si su meta es llegar a escribir bien. La escritura es un arte que se puede aprender —y enseñar. Esta afirmación levanta muchas sospechas entre el público en general. De acuerdo con mi experiencia, mucha gente percibe al escritor como una especie de "genio" que, como tal, prácticamente nace aprendido. Para escribir se necesita, según esta creencia general, ciertas cualidades innatas, una especie de "magia" que le permite crear personajes y mundos de la nada con la misma facilidad con que se cepilla los dientes.

Muchos jóvenes se convencen entonces de que no tienen el talento necesario para escribir porque no pueden hacerlo con facilidad, o porque al primer intento no les sale una obra maestra. Nada más alejado de la verdad. Escribir, incluso para los más grandes autores, es sumamente difícil, y no se hace más fácil con la experiencia. ¿Por qué? Porque el escritor, al iniciar una nueva obra, se enfrenta con algo que todavía no existe, y nunca está del todo seguro de cuál será el resultado final. Por lo tanto cada libro, cada cuento o cada poema se escribe de forma distinta. El hecho de que un autor haya escrito un primer libro exitoso no le ofrece ninguna garantía de que podrá escribir un segundo libro. No hay garantías en este oficio. Lo primero que tiene que saber un aspirante a escritor es, entonces, que le espera muchísimo trabajo.

Los talleres literarios en los países anglosajones, las escuelas de "escritura creativa" existen desde hace muchísimos años, incluso a nivel universitario. En los países de habla hispana el auge de los talleres es mucho más reciente. Desde luego no es imprescindible haber estado en un taller para ser un buen escritor, pero estos talleres pueden ser de gran ayuda para quien se inicia en el oficio. Esto por varias razones. La primera es la oportunidad de relacionarse con otros escritores, lo cual es un estímulo importante. La segunda es que los talleres ofrecen al escritor la posibilidad de observar cómo reacciona el lector ante sus textos, pues a menudo (sobretodo al principio) no transmitimos exactamente lo que queremos decir. Por otro lado un texto tiene muchísimas lecturas diferentes a la que el autor se había planteado en un principio, pero que son igualmente válidas. Esto siempre sorprende al escritor joven, que aprende a estar atento a las posibilidades ocultas de su propia obra.

Por otro lado, la postura crítica (pero que siempre debe ser respetuosa) hacia el trabajo de los demás te ayuda a tener una postura crítica con respecto al trabajo propio, lo que contribuye a estar alerta en relación con tus debilidades, con el fin de reforzarlas. Yo hice una maestría en escritura creativa en Inglaterra y la experiencia fue provechosa desde todo punto de vista. Pero también tengo que destacar que muchas veces la efectividad de un taller depende de la habilidad de quien lo conduce para crear un clima de respeto entre los asistentes y evitar la competitividad, que puede ser muy destructiva para el escritor novel que todavía no tiene la suficiente confianza en su capacidad. Por eso también los talleres pueden ser un arma de doble filo.Por supuesto que una actitud de humildad es sumamente importante a la hora de recibir críticas, tanto en los talleres como fuera de ellos. Para beneficiarse lo mejor posible de los comentarios de los lectores con respecto al trabajo propio es necesario escucharlos con la mayor atención, y tras evaluarlas se toman en cuenta las sugerencias con las que uno está de acuerdo y se obvian aquellas que no consideramos útiles. No siempre estaremos de acuerdo con las críticas que recibamos de nuestro trabajo, sin embargo es importante no descartar ninguna crítica demasiado pronto.

El proceso de escribir se aprende escribiendo. Sin embargo muchas veces se te hace casi imposible el simple hecho de sentarte a escribir. Te pones toda clase de excusas para no hacerlo, y cuando finalmente llegas al escritorio, te quedas esperando que ocurra el milagro y baje la inspiración. Pasan los minutos y nada. Finalmente concluyes que es imposible, que nunca serás escritor, y te preguntas cómo es posible que se hayan escrito tantos libros.

Lo primero que hay que hacer es romper la resistencia. ¿Cómo? Una técnica bastante útil es levantarse un poco más temprano todos los días, y de inmediato tomar lápiz y papel y ponerse a escribir. Que eso sea lo primero que haces por la mañana, si puedes escribir en la cama mejor.

Lo de menos es qué escribir: lo primero que te pase por la cabeza, el sueño de la noche anterior, los planes para ese día, lo que sea. Lo importante es que comiences de inmediato y no te detengas a pensar ni un instante. Escribe durante 15 minutos, media hora o una hora completa. Todos los días. No leas lo que has escrito hasta que lleves varios días haciendo el ejercicio. Seguramente te sorprenderás.Tras varias semanas de hacer este ejercicio habrás aprendido varias cosas. Una de ellas es que llevas dentro una fuente inagotable de material sobre qué escribir. La otra es que la forma más fácil de escribir es hacerlo sin pensar.

El escritor es "dos personas en una" (Dorothea Brande). Por un lado, es entusiasta, soñador, sensible e imaginativo. Este aspecto de su personalidad es el responsable del acto creativo. Pero también hay por ahí una vocecita que te dice "eso está mal, así no se escribe, esta historia es absurda, quién te crees que eres para ser escritor", etc. Esta voz es muchas veces la responsable de que simplemente no escribamos, convencidos de que tiene razón y que no tenemos talento alguno. Este es el crítico que todos llevamos dentro. Una vez que lo hayas identificado, salúdalo, porque de ahora en adelante no te hará la vida imposible sino que actuará a tu servicio.El asunto es el siguiente. Aquí voy a referirme a narrativa, aunque esto también se podría aplicar a la poesía. Cuando te sientes a escribir, deja que tu parte creativa, sensible e "infantil", tome el mando. Tu crítico debe estar en silencio, en todo caso si oyes esa vocecita diciéndote que no sirve lo que estás haciendo no le hagas el menor caso. Si escribes sin pensar esta será una tarea fácil. Así es que se escribe el primer borrador.(Perdón, así es que yo escribo el primer borrador jajaja. Esta no es, de ninguna manera, la única forma de hacerlo, cada escritor debe experimentar hasta encontrar la manera adecuada para él. Esto no es más que una sugerencia).Mientras escribes el primer borrador no debe importarte nada más que "atrapar" la historia o el poema que tienes en mente y fijarlo en el papel para que no se te escape. En esta parte del proceso no debes ocuparte de cosas como ortografía, redacción, ni que "suene bonito"; con la práctica estas cosas irán saliendo solas sin que concentres tu atención en ellas sino en la historia.

De manera que cuando escribes el primer borrador lo más importante es llevar lo que tienes en mente al papel, sin considerar si está bien o mal. Una vez terminado el primer borrador, no lo leas de inmediato. Déjalo descansar unos días, o por lo menos una noche. Después, tómalo y léelo con la mayor atención. Aquí es donde entra el crítico en acción.Tu crítico buscará las debilidades de la pieza con la mayor objetividad de que es capaz, como si leyera un trabajo ajeno. Te dirá si está demasiado reiterativo, si el diálogo suena postizo, si el personaje no es creíble. Aquí hay que ser implacable. Si una frase no sirve se va, aunque sea tu frase favorita: si no aporta nada a la historia, no sirve. Una vez que hayas estudiado bien tu manuscrito, corrígelo.

Algunos autores recomiendan comenzar a escribirlo otra vez desde cero (en un archivo nuevo si escribes a computadora), y no corregirlo en la pantalla. La ventaja de este método es que te da la libertad de ver tu historia desde otro punto de vista y de cambiarla todo lo necesario al librarte de la versión anterior. Parte del proceso de edición es buscar en tu manuscrito las posibilidades ocultas, nuevos elementos o situaciones que no sospechabas cuando comenzaste a escribir. Por eso es posible que el producto final sea muy distinto a tu concepto original: deja que esto ocurra. De alguna manera la historia ya existe en algún lugar y tú lo que estás haciendo es descubrirla. No la fuerces.Este proceso se repetirá tantas veces como sea necesario para que el producto final sea excelente. Busca siempre llevarlo a la mejor condición de que seas capaz. Cuando sientas que ya no hay nada que puedas hacer para mejorarlo, haz que otra persona lo lea y te diga lo que piensa. Si descubres que aún no está terminado, pues continúa revisando.

Otras sugerenciasUn escritor tiene siempre los ojos muy abiertos a lo que pasa a su alrededor. Observa. Escucha las conversaciones de la gente en la calle, ¿qué palabras usan?, ¿cómo es su tono de voz? Fíjate en cómo visten, cómo se mueven. Mantén la curiosidad de un niño. Observa cómo entra la luz por la ventana.

Ten siempre los ojos muy abiertos.Un consejo muy importante es confiar en uno mismo. Escribe sobre los temas que te obsesionan a ti, no a tu vecino. Confía en tus propias convicciones. Para escribir es importante conocerse a fondo, saber qué te conmueve, qué te hace reaccionar, qué te da rabia, qué piensas de la vida, de la muerte, de Dios. Todas estas cosas determinan tu manera de ver el mundo y por lo tanto, tu forma de escribir. Si eres fiel a ti mismo en tus escritos, tu obra será honesta y no tendrás que preocuparte por ser original. Ya lo eres, porque nadie ha tenido tus mismas experiencias, nadie ve el mundo como tú. Y por último, lee todo lo que puedas con la mayor atención, y procura aprender de los autores que lees. Si te cuestan los diálogos, estudia los diálogos de tu novela o cuento favorito. Pero no leas sólo los autores que te gustan, de los que no te gustan también puedes aprender. Mantén una actitud abierta con respecto a todo.Eso es todo. Ahora escribe.


Puede resultar un tanto inútil tratar de aprender a escribirNatalia Ávila

Puede que suene arrogante, pero el escribir es un llamado del alma, una invitación que tú mismo te haces, una búsqueda, un destino y una opción de vida.No creo que sea posible hacer una carrera de escritor: para mí, el escribir es algo que implica talento innato. Si lo tienes, sólo hay que escribir, para buscarte a ti mismo, luego al ser humano que hay en ti, que se vuelve un sujeto universal en la medida que la literatura sea una vía de expresión, más allá de un juego lúdico o evasivo, un método de entretención, un "hobby". En otras palabras, la literatura es una necesidad ante todo, luego una pasión. Personalmente, yo no creo que a ninguno de los grandes maestros nadie les haya enseñado a escribir.Por lo tanto, puede resultar un tanto inútil tratar de aprender a hacerlo, tomar talleres, cursos y otros. La única forma de ser escritor es serlo y de eso no me cabe duda.Confía en ti y comparte lo que haces con todo el que puedas.Involúcrate con tu arte y tu forma de vida, el escritor se dedica a escribir el mundo, desde sí y para sí, pero a la vez, es su contribución a la humanidad completa, es lo que tiene que decir.Esto es un aprendizaje de ti mismo, que nunca acaba. Incluso estos consejos debieras obviarlos.Pero antes, confía.


Son muchos los llamados, pero pocos los leídosRodrigo Castillo

En mi país, Chile, existe un refrán popular que dice "bajo cada piedra, un poeta". Esta frase tan simple, encierra dos significados que entre sí pueden llegar a ser claramente contradictorias. Por un lado, quiere decir "Chile, país de poetas", lo cual, dentro de los márgenes que pueden fijar la objetividad crítica, por un lado y el chovinismo que todos llevamos dentro, resulta ser un comentario en principio cierto. Chile cuenta en su biografía a dos premios Nóbel de literatura y otro buen par de buenos exponentes, con los que se defiende en un universo donde la competencia por el número de próceres, en lo que sea, es dura.Sin embargo, la misma frase, bajo cada piedra un poeta, puede referirnos a un concepto que, si bien no del todo desalentador, es harto distinto en sus dimensiones críticas. ¿será que hay más poetas de los necesarios? ¿Será que hay más escritores o intento de escritores de los que la repartición de talento y rigor pudiera soportar?A decir verdad estimo que la respuesta a las preguntas citadas difiere en gran medida, dependiendo de la finalidad que atribuyamos a la escritura.Por una parte, soy de la idea que nunca es mucho lo escrito, pues quien escribe, normalmente lo hace por una verdadera necesidad de expresión que, llevada al extremo, se puede asimilar a las más básicas inclinaciones del hombre. Así, no me imagino que alguien pudiera replicar: "en este país, en este tiempo o en esta cultura, se bebe demasiada agua, se hace demasiado el amor o se acude al baño con frecuencia desmedida".Pero, por desgracia (y lo digo así porque me considero parte de las huestes de los escritores no leídos), la escritura tiene también otra perspectiva que le es consustancial. La escritura es una manifestación estética, una obra de creación que siempre (y ojo que digo siempre) nace con una vocación de alteridad, con la expresa o velada intención de comunicar a otros, a través del continente de lo escrito, ideas, experiencias, emociones o dudas.Así, cuando se analiza la escritura fuera del margen de la experiencia íntima, nos encontramos ante la posibilidad de verdaderas crueldades necesarias que, cual teoría de la evolución de Darwin, van desechando muchas obras, y dejando sólo un número mínimo de ellas en el ambiente de lo leíble.Me apena el pensar que muchos de nosotros ponemos sangre, sudor, semen y lágrimas (como en papel mojado —de Benedetti—) en lo que escribimos, pero sin embargo, el resultado jamás será parte de lo leíble.Pero no crean que mis comentarios son pesimistas. Al contrario. Qué placer más grande es el de leer un buen poema y qué tortura mayor que la de leer uno malo. Sin embargo, para saber si el tuyo es bueno o es malo, no basta con uno, ni tampoco con una sola opinión. Son muchos los que escriben y pocos los leídos. Pero también, muchas las alternativas y muchos los lectores.


Aprender a escribirLaura Cruz

A escribir se aprende escribiendo...G. García MárquezCreo que más nada hay que agregar a esto, no obstante es muy recomendable, para cualquier persona, hasta para el individuo más iluminado, concurrir a un taller de escritura en donde no sólo aprenda técnica sino que interactúe con otros y pueda intercambiar opiniones y recibir críticas de los demás integrantes del grupo. Creo que lo más importante para un escritor es estar abierto a las críticas, a las buenas y constructivas, los consejos de quienes tienen mayor experiencia porque fortalecen y alientan a seguir en la hermosa tarea de la creación literaria, y a las más duras y crueles porque deben dar más fuerza y valentía. Si algo recibe una crítica es porque ha impactado, positiva o negativamente pero ha impactado. En cambio si no produce nada más que indiferencia, ahí sí debemos preocuparnos.Otra cosa fundamental para aprender a escribir es aprender a leer, es decir que no puede ser un buen escritor alguien que no es un lector constante.En fin, simplemente tomar un lápiz y comenzar a escribir...


El escritor es un tipo que vive, y además escribe José Da Cruz

El escritor es un tipo que vive, y además escribe.Si bien uno escribe más o menos solo, la lectura es la socialización directa de su trabajo.Es recomendable participar en talleres, aun para los "consagrados", o por lo menos contar con un pequeño grupo de lectores de confianza que nos ayuden a, justamente, socializar u objetivar lo que escribimos. Mejor aun si es (son) otro(s) escritor(es), que vean la falta de claridad, los errores, las confusiones en el texto.No hay que sentir pena ni gloria acerca de lo que se crea. Las palabras son materiales. Las que en mí generan sentimientos elevados y maravillosos, pueden interpretarse como un pésimo y estúpido discurso.Escribir no es nada; el drama es publicar.Superado este drama, queda el otro drama tamaño Amazonas: la distribución y venta, los derechos de autor que en la mayor partte de los casos son solamente humos y espejismos.Y ahí no hay consejos válidos.¡Sáquenle punta al ordenador, y dénle para adelante!


Cómo continuar esa motivación Pangro Daer

¿Cómo se aprende a escribir? Ese no es el problema, el problema de muchos jóvenes que continuamos o tratamos de llegar a ser escritores, es que en cada país existe una cultura separatista con respecto al vínculo de fraternidad, hermandad y ayuda, por lo que muchos de los nuevos núcleos sociales intelectuales (especialmente en la poesía y la novela) son reducidos por sus integrantes. Este aspecto no se debe actualmente a "quién es mejor", sino a: 1º) el valor económico; 2º) al valor político y, por último, y reitero, es el valor intelectual que le damos a la obra, sea ésta buena o no. Por eso es que digo que el problema no radica en cómo aprenderlo, sino en cómo continuar esa motivación si en muchos casos las puertas son cerradas antes de que uno las pueda tocar.


Mándate nomás, como dicen en mi país Ángel Ramón Díaz

Siéntate y escribe lo primero que venga a tu mente.Sueña y vuela con tu imaginación, goza a la vez, sonríe y sé feliz con tus palabras. Tienes que ser cómplice con tus pensamientos y estar seguro que los que lo van a leer también lo serán, pues ese es el objetivo de tu escritura.Dar a conocer al resto lo que es capaz de hacer nuestra imaginación combinada con la realidad.No busques planes o disciplina al escribir, solamente hazlo cada vez que te provoque: en la noche, en la mañana, en el baño, en la cocina, en el bus o tren... no dejes a las ideas escaparlas, porque usualmente ellas vienen cual rayo de luz que de pronto ilumina un paraje bajo nubes espesas de lluvia... es decir, cuado menos lo esperabas.Si es así, y te es imposible escribir por motivos fuera de tu alcance, solamente coge un lápiz y un pedazo de papel y anota la idea principal de lo que se te acaba de ocurrir... que luego lo recordarás.Lee también, mucho mucho mucho. Lee de todo: autores que te gustan, los que no te gustan, periódicos, revistas de todo tipo, guía telefónica, hasta publicidad misma... lee todo, porque cualquier escrito, por largo o corto que sea, bonito o feo ante nuestros ojos, siempre es una manifestación de la cultura de la humanidad... y nosotros al escribir hacemos cultura. Luego de haber leído, entiéndelo y analízalo y sorpréndete por lo diferente que otras gentes pueden pensar y escribir del mundo. Sólo sin darte cuenta, tú aprenderás y se quedará dentro de ti lo que tu propia alma pida que se quede, y las influencias aparecerán y las pondrás en un papel en el momento en que te decidas a escribir.También creo que es necesario vivir. Vive como ser humano normal. Acepta tus virtudes y defectos, que todos siempre te conllevarán a alguna experiencia, que puede ser a veces escribible. La vida y anécdotas propias siempre alimentarán tu fantasía. Y mientras más fuentes tengas de dónde fantasear, aquella será más rica aun.Tal vez el decir "vive" es demasiado general. ¿Qué es vivir para mí? Sal a la calle, habla con gente, mira a la chica bonita que viene al frente, fíjate en ella e imagínate su personalidad, anda al trabajo y socializa, cuenta y escucha, interésate por los demás, anda a una discoteca y baila, cómprate un trago y acércate a la persona con quien más te provoque conversar, anda al estadio y ve un partido de fútbol, siéntate junto a la hinchada más fervorosa y óyelos hablar, gritar y cantar, ve luego al barrio más popular de tu ciudad y mira a la gente, entra a una tienda y conversa, busca al más tímido de tu clase en la universidad o escuela, y habla con esa persona, cuéntale para que te cuente, pues debe haber mucho por descubrir. Es tan grande la dimensión de la palabra vivir. También implica en nunca perder detalles de la vida cotidiana. Vive y fantasea después.Y para escribir, pues solamente sigue tu instinto, y haz de todo esto un oficio lleno de romanticismo, enamórate de esto y hazlo tu vida, que serás feliz. Yo creo que los resultados llegarán solos, sin darnos cuenta.Bueno, yo sé que muchos me preguntarán: ¿y la disciplina del escritor? Sé que existe y todos sabemos en qué consiste. Haz caso a aquello también, pero que no anule tu fantasía y personalidad, nunca.


Las alas de escribir Norma Iglesias

¿Qué es escribir?Ya no me lo pregunto. Ahora escribo. Siempre surge de la necesidad imperiosa de manifestar algo. Ni siquiera una idea clara. Sólo algo que va más allá de la palabra dicha o de la imagen retratada. Algo que gira y empieza a gestar nuevas formas. Algo que muta hacia la palabra y las palabras, hacia las ideas y hacia los argumentos. Algo que se transforma en historias al fin.¿Cómo escribir?Es no dejar escapar ese algo, tenerlo allí entre el sueño y la vigilia, aprisionarlo entre las emociones y la razón. Aprisionarlo. Atarlo con brazos y letras. Y dejarlo impreso. Luego encender un fuego, poner un caldero y echarlo allí, para transmutarlo a través de la alquimia de la literatura.¿Las formas, la técnica..? Eso es lectura y más lectura, y talleres si es posible, y comunicación con otros alguien que se dediquen a esto de transformar palabras.¿Condiciones imprescindibles?: la rebelión. Rebelión a los dogmas, a las cadenas del alma y a las cadenas de la razón.Y si uno no desiste, y si no se entregan las alas, el tiempo hace el resto.


Algunos apuntes sobre poesía Ernesto Langer Morenohttp://www.escritores.cl/


Recordemos amigos que se escribe porque se tiene que escribir. Porque se está enfermo de poesía y porque también se tiene la secreta y bien humana esperanza de ser algún día reconocido, por la calidad de sus escritos.Pero primero digamos que se es poeta porque se es poeta. Y nada más.No hay que escribir poemas para convertirse en poeta. Hay primero que ser poeta, la poesía viene sola después.Quien no ve la poesía como una verdadera diosa, quien no se sienta irresistible y aterradoramente tentado por sus deslices y secretos, no puede ser un poeta.La poesía le duele a los poetas, como un aguijón.Ella los desvive, los impulsa, los desnuda, los consume, los inquieta. Es una compañera atroz.En el fondo la poesía es el producto de una gran confabulación: la confabulación entre la palabra y el poeta.Ni el poeta ni la palabra hacen poesía separados el uno del otro.La palabra está cargada con poderes propios, pletórica de vida, y el poeta es el instrumento que la descarga y armoniza.Así no cabe, por ejemplo, proponerse escribir una oda a esto o a esto otro, porque en ese caso se trata solamente de ejercer un oficio, y el oficio sólo no basta para que la poesía nos visite.La verdadera poesía siempre se escribe de a dos: entre la palabra y el poeta.Es un dejarse ir para encontrarse, un acto mágico y maravilloso que es capaz de mostrar la vida tal cual es.Esa es la mística.Luego viene la transpiración. Ese trabajo frío y arduo sobre el poema; ese quitar todo lo que sobra y agregar lo que falta. Porque casi siempre mucho sobra y algo falta.Alguna vez afirmé que la poesía era una cuchillada directa al corazón, porque los verdaderos poetas saben que la poesía no es un juego.Puede que la poesía sea impopular y hasta completamente absurda e inservible para muchos, pero un juego, eso nunca.Para los poetas la poesía y el aíre son lo mismo. Ella transgrede y supera todas las urgencias, porque es casquivana y celosa como una mujer que quiere ser siempre la primera y la única.Ella quema a quien toca y lo transforma.En ella la vida se revela y se muestra siendo tal cual es. No es explicativa, ni siquiera razonable.Es sugerente, ella se recrea al sugerir.Y en realidad no tiene ninguna función práctica.Es intrínsecamente inservible.Pero es, eso sí, la vida misma que se ofrece al que quiera recibirla y esté dispuesto a vivirla.Además, no tiene apellido ni mucho menos alcurnia.Es simple y salvaje como ella misma.Así que, ¿qué quieren los poetas? ¿Escribir poesía?Que confabulen con la palabra.Que escuchen lo que ella tiene que decirles.Que transpiren podando sus poemas.Que vivan estoica y valientemente el dolor que ella produce y se complace en producir.Lo demás son cuentos de gato.Cuentos de vieja.


La mejor forma de aprender a escribir es leyendo Josemaría Llovet Abascal

Disiento completamente de todos aquellos que consideran al arte de escribir como un simple talento recibido, innato e imposible de adquirir a través del esfuerzo, el trabajo, la dedicación. Es cierto; habrá escritores cuyo talento recibido es indudable, seres extraños a quienes la naturaleza bendijo con facultades casi divinas para inmortalizarse, pero esto no quiere decir que cualquier persona normal no pueda aprender a escribir, al menos hasta alcanzar un nivel bastante aceptable. Con el talento de Paganini o Beethoven se nace, por supuesto, pero eso no quiere decir que cualquier mortal como lo somos nosotros no pueda llegar a tener un dominio bastante aceptable de un instrumento o a componer algunas melodías sencillas pero no completamente carentes de valor.A mi juicio, la mejor forma de aprender a escribir es leyendo; alguien que desea escribir bien y que no ha leído por lo menos varios centenares de libros es como un pintor que desea hacer paisajes paradisíacos pero que en toda su vida sólo ha visto desiertos. Su imaginación podrá ser desbordante, pero no tiene suficientes colores ni formas en su cabeza para poder mezclarlos y hacer algo realmente nuevo, valioso.Nada sirve más, para aprender a escribir, que leer a los grandes maestros. Si no, ¿en dónde adquiere el aprendiz de escritor las estructuras más bellas y perfectas de una lengua, el talento de construir metáforas y de acomodarlas atinadamente, la capacidad de elaborar escenarios verosímiles, argumentos congruentes, etc.? ¿De la televisión?Las horas de lectura ayudan a desarrollar la sensibilidad. Frecuentemente, por ejemplo, muchos melómanos se admiran de la aparente sordera de muchos que se dicen amantes de la música pero que no pueden realmente apreciar una obra maestra de la música; no distinguen entre un concierto de Bach y una canción muy sencilla sin ningún valor artístico ni musical, simplemente porque no están acostumbrados a escuchar este tipo de música. Igual pasa con la literatura; a quien no se acostumbra a pensar como los grandes escritores, a formular sus enunciados, a contar sus historias como lo han hecho ya los clásicos, escribirá obras que difícilmente podrán ser consideradas literarias.Cuando un escritor posee ya suficientes elementos para escribir una obra maestra, y lleva a sus espaldas ya toda la tradición literaria de muchos años, entonces puede pensar en desarrollar algo nuevo; el mirar hacia atrás no quiere decir el quedarse encerrado, encadenado en un movimiento o en una tradición.Me parece que con lo ya dicho basta; muchísima lectura, un curso de redacción y un taller literario sencillo bastarán para que cualquier amante de la literatura logre tal vez no obras maestras, pero sí trabajos bastante aceptables.No hay que desanimar de entrada a todo el mundo; si alguien me pide unas lecciones de guitarra, no le diré de entrada que nunca será como Segovia, pero sí le aseguraré que con mucho esfuerzo llegará a tocar bastante bien, lo suficiente como para poder sentirse satisfecho de sí mismo, desahogarse y expresarse. Los completamente negados, me parece, son tan pocos como los genios de nacimiento.


La mejor forma de aprender a escribir es hacerlo Lucía Martínez Odriozola


Seré muy breve, pero no he podido controlar el deseo de responderle. Soy periodista y profesora de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad del País Vasco, en España. Suelo invertir unos minutos en la presentación de mi asignatura para intentar convencer a los alumnos de lo importante que es aprender a escribir. A lo largo del curso les insisto para que no se olviden. Es una obviedad, pero la mejor forma de aprender a escribir es hacerlo. Únicamente reconociendo los problemas y solucionándolos se aprende. Otra herramienta indiscutible es leer: novela, para aprender a contar; cuentos, para aprender a resumir; poesía, para aprender a adjetivar.Si además nos adiestramos a nosotros mismos en la observación, sólo necesitaremos el tiempo suficiente para escribir. No se debe ser tacaño. Y según he podido deducir de un buen puñado de entrevistas a escritores, algunas personas están irremediablemente condenadas a expresarse por escrito. Es como una condena que tienen que pagar. No pueden hacer otra cosa, aunque no siempre es el camino de la felicidad.


El genio nace, nada más Pablo Mendieta Paz

Harto difícil es escribir sobre un tema que no gusta. Pero más arriesgado aún es darle la espalda a la verdad que brota de nuestros poros. ¿Y para qué? ¿Para pasarnos la vida deambulando sobre el tan deleznable terreno de la falsa expectativa, de la esperanza infantil, aun cuando ya en la postrimería de nuestra juventud advertimos que la creatividad se nos escapa como el agua entre las manos?La tan manida técnicaConsidero que inútilmente se complica el hombre asumiendo que para el dominio de tal o cual oficio y, en nuestro caso, del buen escribir, comparecen como indispensables elementos de acción el aprendizaje y estudio académicos y la técnica rigurosa. Es cierto, no obstante, que tales factores no dejan de tener su importancia a la hora de construir formalmente un motivo literario.La observaciónPero, ¿quién puede poner en tela de juicio que la mejor entre las mejores fuentes de enseñanza es la lectura ávida y obstinada de todo cuanto llega a nuestras manos? Es lo que más o menos pasa con el músico, que para crear su obra se sumerge en el análisis de toda partitura a su alcance para de ella extraer el sumum.Sin embargo, todo es relativo. Triste suerteClaro, me olvidaba. Podremos aprender todo lo que necesariamente puede aprenderse para llegar a ser un mediano o buen escritor, y leer, leer, leer; pero si no se tiene aquel halo misterioso que unos cuantos, sólo unos cuantos poseen desde que son simples embriones, jamás llegaremos...


Es importante sentir antes de escribir Julio Álvaro Mena Rossell


En base a mi experiencia o sentir, en poesía el inicio puede ser complicado si se trata de buscar las palabras adecuadas que de alguna forma expresen el instante que se desea plasmar. Lo que sucede normalmente con esto es que la idea se pierde en la expresión o simplemente se desvirtúa, dejando de lado, quizá, lo que se quiere expresar, mencionar.Por lo ya sentido y percibido a través de consejos de amigos escritores, y algo que puedo ver más claramente en mis últimos trabajos, la mejor forma de empezar a escribir y de hecho seguir haciéndolo es simplemente no hacerlo. Pienso que es más importante llegar a sentir la idea, ser parte de ella, sentir la emoción, y dejar que las palabras fluyan. Aunque en el momento no parezca, serán las palabras precisas, pues vienen no de ser palabras buscadas, sino directamente de la experiencia de sentir.Una vez terminado el texto, el borrador si se quiere, si por sí solo no es lo que sentimos queda ya el resto del tiempo para modificarlo, retocarlo, hasta darle la forma del sentimiento. Para mí, es importante sentir antes de escribir; y luego seguir sintiendo.


Ejercicios para desatascarse Diana Morales


Un famoso escritor cuyo nombre no recuerdo, decía que para él la inspiración se explicaba con tres palabras: trabajo, trabajo y trabajo. Natalie Goldberg, poetisa norteamericana, describe en su libro "El gozo de escribir" todos los problemas del proceso creativo y aconseja que el autor aficionado se acostumbre a escribir todos los días, durante un tiempo determinado (15 minutos, una hora); no hace falta que se escriba un cuento serio, cualquier cosa es válida: un artículo, un diario, una carta, o simplemente una descripción de tus recuerdos, tus pensamientos, tus sensaciones... Todo lo que sea coger un lápiz (o un ordenador) y juntar palabras una detrás de otra sirve para practicar. Muchos otros escritores cuando dan consejos a los escritores jóvenes o noveles destacan esa misma idea: a escribir se aprende escribiendo, no hay otra manera. Hay que escribir, escribir y volver a escribir.Si sigues ese consejo llega un momento en el que el temido bloqueo —eso de que sentarse ante la página (o la pantalla) en blanco y no saber qué decir— no es un problema, porque te has pasado muchas horas escribiendo sin saber de qué escribir y te has dado cuenta de que cualquier tema es bueno: desde tus recuerdos de la infancia o los sentimientos que te provoca un perfume, hasta las travesuras de tu gatito o la forma en la que las vecinas se ponen a discutir en el portal. Siempre hay una historia.Una de las cosas que suelo hacer para desatascarme cuando no sé de qué hablar o cómo hacerlo, es emborronar una página o varias con las primeras frases que se me pasan por la cabeza, sin pensar y sobre todo sin parar: me pongo un límite (de tiempo o de número de folios) y lo cumplo sin detenerme un segundo y sin corregir lo que he escrito, siempre hacia adelante. Después, cuando termino, me tomo un pequeño descanso y luego lo leo todo y saco los párrafos, frases o ideas que más me llaman la atención, de las que incluso surgen historias.Otro ejercicio que me gusta mucho y me sirve para practicar es derivar de otra historia. Se trata de coger una historia conocida y escribir una nueva versión: por ejemplo, sacar un cuento de algún episodio mítico o bíblico, o escoger una escena de alguna obra famosa, o no tan famosa, pero que conozcamos bien, y contarla tal como nosotros la hubiéramos escrito (mejor no comparar después), incluso una historia entera, ¿por qué no? Muchas obras están sacadas o inspiradas en historias ya conocidas, empezando por el Ulises de James Joyce (de la Odisea de Homero), hasta Heredarás la tierra (la de la película con Michelle Pfeiffer es una adaptación de una novela con el mismo título que cuenta la historia modernizada de El rey Lear, de Shakespeare).Más cosas: escribir algo que nos importe menos, para descansar. Por ejemplo, a mí lo que me interesa es la prosa (cuento, novela corta) y es lo que más me preocupa.Pues para practicar, o cuando estoy atascada, me pongo a escribir poemas, que me salen mucho peor, pero no me importa tanto. Y, por lo menos, estoy escribiendo. También se pueden escribir imaginarios artículos periodísticos, colaboraciones del taller literario, hasta cartas al director de nuestro periódico... Cualquier cosa que sea escribir y que no signifique tanto como lo que tenemos entre manos.También se puede, sencillamente, descansar del todo. ¿No os pasa que muchas veces, cuando estáis haciendo algo aburrido o repetitivo, se os ocurre de repente una idea genial? Por lo visto, es que cuando estamos llevando a cabo una tarea rutinaria y repetitiva (pero de ocio, se entiende) nuestro cerebro descansa, se relaja, y entonces aparece la maravillosa inspiración. A mí me ocurre cuando estoy caminando, yendo en el autobús o haciendo ejercicio. ¡Una vez se me ocurrió un cuento precioso mientras pelaba patatas!Ah, y una cosa más, que ya se me olvidaba. Cuando a mí se me ocurren más ideas y me entran más ganas de escribir es justo cuando acabo de leer algo que me ha impactado, incluso si es un libro que estoy leyendo por tercera o por cuarta vez... De repente siento un ansia incontrolable por coger el ordenador y ponerme a escribir lo que sea, como sea y cuando sea.Bueno, espero que todo esto os sirva de algo. Y si conocéis más ejercicios o trucos para ponerse a escribir cuando no hay ganas o cuando no te sale nada... por favor, compartidlos con los demás, los necesitamos.


la realidad Amparo Tello

Parece que aprender a escribir implicara únicamente el manejo correcto del lenguaje, pero un buen lenguaje sin imaginación deja de ser interesante, es como decir que tiene el don de la perfecta comunicación, de la impecabilidad, pero sin alma. Sin embargo, sé que la imaginación sin el buen uso de la herramienta misma del lenguaje muere como una semilla en un terreno infértil o de pobre preparación. Entonces, me pregunto cómo puedo resolver el dilema de practicar una buena escritura ignorando las imágenes mentales que van sucediéndose, una tras otra, a la velocidad del rayo... y que cuando ya salvé la dificultad de plasmarlas con palabras ha perdido el brío y por lo tanto he perdido el camino por donde la imaginación me estuvo llevando. ¿Cómo es que se aprende a escribir? Entonces oigo mi propia voz que dice: —Es allí donde debo hallar el equilibrio, la ecuación matemática para que la línea divisoria entre la imaginación y la realidad de manejar un buen lenguaje se haga CERO.


Las neuronas están en las yemas de los dedos Gabriela Urrutibehety

No me importa demasiado lo que diga la biología, pero estoy absolutamente convencida de que las neuronas (especialmente las del centro de la escritura) están ubicadas en las yemas de los dedos. Y que se activan en contacto con las teclas de la computadora, sólo bajo estricta presión. Esta presión puede ser la terrible necesidad de decir algo, pero también, demasiado habitualmente, el látigo del exterior. El saber que hay una fecha y hora para la entrega de una columna, que un concurso literario cierra tal día o, en ausencia de estos casos, la autoimpuesta disciplina de un almanaque o un cronograma de trabajo, organizan, constriñen y obligan a ponerse en marcha a la extraña conexión que describí más arriba. Entonces, los dedos se mueven solos y después de muchas idas y vueltas del backspace o el delete, la pantalla empieza a parir un texto. Y nunca desaparece del todo la sensación de "¿Yo escribí eso?".De ahí que mi consejo (¿quién soy yo para dar consejos?), mi método de trabajo, es encender la pantalla, apoyar los dedos tal como mi profesora de dactilografía me enseñó hace muchísimos años, y hacer que se muevan. Después de todo, si lo que aparece en la pantalla es demasiado malo, siempre tengo la posibilidad de hacer que mi pregunta no sea retórica y convencerme de que yo no escribí eso.La autora es narradora, periodista y profesora de lingüística, y reside en Dolores, Buenos Aires (Argentina).


El joven escritor Christian Widakovich

Hace semana y media que no salgo de casa, y ya no me soporto. Cierto es que hace diez días que estoy encerrado en mi estudio escribiendo, o mejor dicho, intentándolo. Me siento por la mañana frente a la hoja en blanco esperando que me visite la inspiración, como decía Beethoven —no sé cuándo va a llegar la inspiración, pero por las dudas, cuando venga, que me encuentre trabajando— y bajo este pretexto escribo. Escribo ideas que por aquí circulan, algunas originales, otras ajenas. Escribo como me gustaría hacerlo, y no como habitualmente lo hago. Difícil es entonces que me encuentre en algún momento simplemente escribiendo, o sea, con naturalidad de artista, con la organicidad de un verdadero escritor, y no con esta vulgar imitación de amanuense. Poco queda de esa prosa despreocupada y propia que brotaba de mi pluma, extensión de mi mano y mis pensamientos. Se pierde en mi memoria el estilo que solía imperarme cuando tomaba esto como un simple juego, y la inocencia reemplazaba las imposiciones. Igualmente no llego a preocuparme del todo, sé que esto ha de ocurrirle a los noveles e inexpertos escritores, como yo.Lo que más me inquieta hoy es esta soledad repugnante que me hace gozar de mi compañía las veinticuatro horas. Me asusto de mí mismo, los espejos me resultan sinceros, y ya no me hago gracia. Todo parecía tan romántico, cuando en la lejanía soñaba con el oficio de escritor, realmente pensaba que iba a estar exento del fastidio de trabajar. Leo esto último y lo veo como un lugar común, propio de cualquier persona neurótica, que no soporta la realidad. Entonces me aparece la tonta imagen de aquél que quiere ser alguien pero no quiere transitar el camino para alcanzarlo. Como si dijérase tener publicado mi libro sin sufrir el placer de escribirlo, como aquél que no posee el valor ni la fuerza para ser lo que realmente quiere. ¡Uy!Este es el eterno dilema del jugador. Más que jugar al fútbol, quisiera ser jugador de fútbol, más que actuar, ser actor, más que uno mismo, una simple sombra de lo que podría alcanzar y en definitiva, sólo desea trascender. Supuestos que se basan en otros supuestos, todos fantasiosos e irreales. Bueno, pero que no sea la costumbre de criticarme gratuitamente, por simple disconformidad, debo ver el lado positivo de mi personalidad, que indica que "lo estoy intentado", que tengo iniciativa, potencial, capacidad; y no caer en la trampa de sentirme inmediatamente frustrado.Y pensar que todo esto se resolvería en un instante si estuviese leyendo alguna biografía de un autor de fama, que racontara que también paso por esto. Esa sería la autoridad que me asegurase que ando por el buen camino. Vienen a mi mente, entonces, palabras de H. Hesse diciendo que, en su juventud, se había vuelto totalmente neurasténico, es decir, falto de voluntad, cansado, atemorizado, y ligeramente anormal. Recuerdo, también, a un Cortázar que leyó todas las tardes de su niñez, y a un Borges extremadamente enrevesado, que hasta sufría con el reflejo de la luz solar.Todos ellos me demuestran, mediante lo que representan en mí, un anhelo de trascendencia y no el deseo auténtico de escribir. Pero conjuntamente con esta necesidad de trascendencia, aflora el inherente deseo de expresarme. Aquí radica mi porqué y para qué como artista, como persona. ¿Por qué?, porque es innata la necesidad de expresarse. ¿Para qué?, para trascender. Si desde que el hombre es tal, y piensa, busca la forma más apropiada para expresarse. Y en fin, así nació el arte, y de éste la Literatura, y de ésta yo. Bueno, eso sí que es una tontería, pero la verdad es que desde que tengo afán por trascender y por hacerme notar, irónicamente, soy capaz de estar diez días encerrado en mi casa, sin contacto con los demás, y definitivamente escribiendo.


Hay que decidirse a ser Irene Zabaleta

Quizá exista un paso previo al de aprender a escribir, que consista en atreverse a ser, en disponerse a expresar las propias reflexiones en toda su extensión y no sólo la parte de ellas que las hipocresías al uso admiten como aceptable.Puesto que uno de los rasgos característicos del escritor, cualidad que lo define al mismo tiempo que lo convierte en un indeseable social, es esa aguda visión del otro y de lo que le rodea, esa capacidad de desentrañar sentimientos y desvelar situaciones, que la mayoría de la gente suele encontrar detestable y que en él acostumbra a manifestarse a edad temprana, aunque las consecuencias de dar a conocer estas percepciones puedan inducirlo a retener su expresión futura en beneficio de su propia integridad.Sin embargo, llegado el momento de escribir, el escritor advertirá que, para poder hacerlo, deberá rescatar antes, del olvido o del temor, su innata capacidad de decir (la de ver no se pierde, ni es susceptible de ser renunciada).Una vez decidido a ello le resultará muy útil acudir a algún taller, cursillo o seminario relacionado con la literatura, donde se le desvelará el desconocido nombre de cosas que ya sabe y de recursos que utiliza a diario, y donde, sobre todo, entablará relación con personas que se le parecen, momento glorioso en que el escritor se reconocerá a sí mismo en los otros y de patito feo pasará a convertirse en cisne.Metamorfoseado de este feliz modo, regresará a casa dispuesto a escribir todas sus inconvenientes ideas con el objeto de ocupar, a su manera, un lugar en el mundo.

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